21 de julio de 2015

Dos en una

Nunca me atreví a soñarlo lo suficiente a pesar de que no me abstuve de pensar en eso, de respirarlo y consumirlo en mi diario vivir. Nunca me dejé dominar por mi pasión aún sabiendo que movía mis días, siempre supe que era lo que en verdad quería. Mantuve distancia lo más que pude, no quise tener mis sueños tan cerca, no así. Y duele, aún duele alejarme y sentirme tan pequeña, tan cerca y tan lejos de mis deseos, la realidad que no comparto de lo que entiendo quiero hacer en este mundo.

A pesar de los mil y un defectos que podrían encontrarme los cuales muy bien puedo enumerarlos y detallarlos, no ha cesado ese deseo constante, incesante, perturbante, penetrante e inquietante que a veces no me deja dormir en las noches porque la vida me está pasando y nada pasa. Todo aquello me ayuda a esconderme, alejarme, disminuirme y dirtorcioname.  Presa de mis aventuras, escondo mi vanidad, mi egocentrismo de enfocarme sólo en mí de las cámaras, la exposición, este corazón que late en un cuerpo podrido de existir, de no existir.

Confieso encuentro placer al expresar lo que siento, lo que pienso y exponerme. Temo que soñarlo en esta vida no será suficiente y tendré que abrir de nuevo todas y cada una de mis heridas en la búsqueda de la ansiada y tan famosa "Felicidad". Estoy cansada, muy cansada de luchar, de no luchar, de todo. Mi sueño sería mi graduación, mi realización como persona, como mujer, como víctima, como profesional; la culminación de mi historia de vida, de mis sueños, de mis anhelos, de mis deseos. El final del camino hacia la superación, de mi superación.

Amo la forma en que me hace sentir cuando me pongo en los zapatos de otra persona, es como vivir dos vidas en una. Me hace sentir poderosa cuando alguien me observa y escucha mis palabras sin saber que no me conocen, no soy yo quien está parada frente a ellos.




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