14 de julio de 2014

Una depresiva en la playa

Desde mi diagnóstico y unos cuantos días atrás, todo va mejorando. Me siento más humana, menos triste y con muchas ansias y deseos de superación. Quiero contar mi historia del otro lado de la cerca, feliz. En paz conmigo, mis pensamientos y mi sentir.
Ayer fui a la playa por primera vez por deseo propio y me bañé. La última vez que me había bañado en la playa o en piscina fue hace unos siete años. Ni en resorts ni en ningún lado tenía esa dicha de sentirme a gusto o si quiera querer hacerlo. Fue muy liberador para mí, sentí que al fin llegaba oxígeno a mi cerebro y que podía pensar, consciente que estaba respirando, que había nacido de nuevo y empezaba a vivir otra vez.
Pensaba en que no había invitado a mi amiga la cual ha estado muy ocupada y en que no quería molestarla. Sé lo ocupada que está y lo que es eso. Lo incómodo de uno tener que decir que no, aún sintiendo el deseo de ir, de querer ir y sin atreverse a exponerse a nada ni nadie. Pero la verdad, pasito a pasito, las cosas fluyen, el amor de Dios fluye y nace mi voz. Ahora, por mí misma. Luego, por otros.
Y nada, pienso mucho en todo. En mi vida, mi familia, mis amigos y amigas; en cómo mis relaciones han crecido y se han fortalecido. Mis amigas quienes han roto barreras conmigo y esas personas que llevo siempre en mi corazón, quienes creen en mis sueños, han creído en mí aún mientras yo no lo he hecho. Dios gracias, gracias por cubrirme de tu gracia. Gracias.